martes, 19 de diciembre de 2023

 EL MIEDO A LA ENFERMEDAD




        Darío vino a consulta porque estaba teniendo crisis de ansiedad recurrentes. Hacía un año

que le detectaron cáncer y su cuerpo estaba respondiendo bien al tratamiento, había terminado de

dar las sesiones de quimioterapia y todo estaba bajo control.


        Cuando le dieron la noticia sobre su enfermedad no daba crédito, ¿cómo podía ser que le

pasara a él? Practicaba deporte de forma regular, llevaba una alimentación equilibrada, no fumaba,

no bebía, podríamos decir que su estilo de vida era saludable. Su reacción era de frustración, si

llevaba un estilo de vida saludable no era justo que le pasara eso a él.


        Desde que le dan la noticia hasta que comienza el tratamiento hay un tiempo de espera que

se hace insufrible. La incertidumbre hace que sus emociones se descontrolen desencadenando

episodios de ansiedad, sentimientos de desesperación.... Una vez que comienza el tratamiento se

siente seguro, siente que tiene un objetivo y que ha comenzado a afrontar de forma activa la

enfermedad. Va respondiendo de forma adecuada al tratamiento administrado, se va sintiendo cada

vez más seguro, el pronóstico es favorable, las cosas están yendo bien.


        Entonces comienza a tener pensamientos obsesivos que dan una y mil vueltas por su cabeza

¿y si recaigo? ¿y si aparece otra vez la enfermedad y esta vez no respondo al tratamiento? ¿ y si

aparece un cáncer letal, en el hígado, en el páncreas? Habría poca esperanza de vida se responde. ¿y

si.....? Los "y si" rondan una y otra vez por su cabeza, y ante la falta de garantía de las respuestas

que se formula, estas rondan sin control alguno. Una veces piensa en la esperanza de vida en

función del tipo de cáncer, otras veces piensa en que volvería a empezar el proceso y seguiría las

pautas indicadas por su oncólogo, como había estado haciendo durante la enfermedad y en las

revisiones.


        Esos pensamientos hacían que sus emociones se descompesaran y se sintiera ansioso,

manifestándolo en el cuerpo bajo sensaciones que hacían saltar las alarmas de que la enfermedad se

pudiera volver a desencadenar. Entonces iba al hospital a hacerse pruebas para comprobar que todo

estaba bajo control y se sentía aliviado con los resultados, pero este alivio duraba poco. Este patrón

lo iba repitiendo una y otra vez hasta que llegaba un punto en que era verdaderamente limitante.

En lugar de celebrar que las cosas iban bien pensaba una y otra vez en la posible recaída.


        Darío reconocía que necesitaba tener la garantía absoluta de que no volvería a recaer, de que esas

células "malas" no aparecerían en otras partes de su cuerpo. Pero nadie le podía garantizar algo así,

nadie nos puede garantizar con total certeza que no nos pasará nada.


        La tendencia actual de vivir con la idea de tener una vida plena, de formarnos un proyecto de vida

estructurado donde la pérdida no se contempla, con el objetivo de ir ganando siempre, la ilusión de

ganar tiempo, ganar calidad de vida, ganar dinero... hace que nos olvidemos de que ganar lleva

aparejado perder algo.


        La ilusión entendida como el gozo , la satisfacción, el disfrute de lo que vamos consiguiendo

se transforma en una ilusión que nos saca de la realidad , una burbuja ajena al mundo, una pompa

que nos puede explotar en el momento menos esperado.


        Cuando Darío comienza a tener una actitud activa en la enfermedad confiando en la

medicina se siente seguro, tiene esperanza, siente que está en buenas manos y siente que hay

garantías. Pero cuando termina el tratamiento se siente solo ante la vida, nadie le puede garantizar

nada. Esta falta de garantía choca con su realidad, es la caída de la ilusión de que todo está

controlado.


        Darío se pone ansioso pensando en el futuro, y se deprime impidiéndose disfrutar de los

logros que va consiguiendo en el presente.


        Aceptar que no hay garantías nos hace vulnerables, indefensos e intentamos defendernos

ante esa imagen de nosotros mismos.


        No aceptar que somos vulnerables nos enfrenta a una lucha que no podemos ganar, nos

enfrenta a una batalla donde nos enredamos en evitar lo inevitable.


        El destino es caprichoso, imprevisible y luchar ante eso darse contra un muro imposible de

flanquear.

Nuestra opción es vivir el presente, el día a día, confiar en lo que la vida nos depara.

Confiar en la vida no es una actitud pasiva, todo lo contrario. Nos pone en la tesitura de

tener que enfrentar nuestros fantasmas, nuestros miedos, aceptarlos y convivir con ellos. De esta

forma podemos ir apaciguandolos y haciéndolos cada vez más pequeños.


        Podemos controlar cosas, hay cosas que están en nuestra mano y dependen de nosotros, hay

otras cosas que no. Debemos de identificar aquello en lo que podemos intervenir y aquello en lo que

no podemos.


        Darío se planteaba la enfermedad como un todo o nada, llevaba un estilo de vida saludable y el

cáncer irrumpió en su vida como un huracán. Sí se pueden hacer cosas, quizás llevar un estilo de

vida saludable hizo que respondiera bien al tratamiento, que la enfermedad remitiera, lo que no le

garantizaba es que pudiera volver a aparecer. Relativizar las cosas era una forma de afrontarlas.

Y así comenzaba un nuevo trabajo para Darío, cuestionándose sus creencias y aprendiendo

formas diferentes de afrontar los devenires de la vida


Mª José Jiménez Aroca

Psicóloga sanitaria. Nº Colegiada MU-1499

Tlf 620050609

C/ Numancia, 12, 2D. Alcantarilla